Los acontecimientos que nos ha correspondido vivir en nuestro país, a partir del 2 de julio de 2009 con el ascenso de la denominada Alianza Por El Cambio, encabezada por Ricardo Martinelli, evidenció incuestionablemente las falencias que han permitido el encumbramiento de un proyecto de gobierno netamente autoritario, que no hubiese sido, si en nuestro colectivo partidista, a partir de un periodo electoral interno intenso, no afloraran las más extensas distancias personales y que a la vez cimentó preocupantes desacuerdos que apasionados y aprisionados con los personalismos, desaliñó, la esencia primaria del pensamiento integracionista, pluralista y solidario del PRD torrijista.
No pretendo hacer un ejercicio de recuentos ya practicados. La ocasión es propicia para meditar sobre lo que podemos aprender de esos desaciertos, pero a la vez, se puede sacar provecho de los actos buenos, desprendidos muchos que se dieron en esos tristes momentos que fracturaron sensiblemente una ruta potenciaba el relevo generacional del que tanto se habla.
“Ahora reflexionemos y flexionemos hacia el futuro, pero articulando en el presente una oposición enérgica, inteligente, proactiva; que proteste pero que también proponga, que sea decente y a la vez docente, con una estructura renovada, no necesariamente sofista, sino vinculada nuevamente a las bases sociales, retomando el pacto social con los principales estamentos de la sociedad civil y desposeída."
En el Partido Revolucionario Democrático, a mi juicio, debe encenderse entre su membrecía una renovación de las prácticas de los liderazgos de bases; es decir, promover el surgimiento de los dirigentes naturales que los hay en todas las fronteras del conflicto social panameño, para que emerjan desde una praxis torrijista, como auténticos conductores de los procesos de cambio revolucionarios en las comunidades, que aún se necesitan para acabar con la desigualdad, el hambre, la pobreza, el empantanamiento educativo de miles de jóvenes del campo y la ciudad que merecen un futuro promisorio.
Si nuestro partido, voltea la mirada a su pasado, no puede quedar convertido en sal como la mujer de Lot. Muy por el contrario en este caso, se fortalecería con la savia honesta que Omar Torrijos Herrera le heredara con su práctica de vida, sus testimonios, sus irrefutables aciertos como gobernante, con sus autocríticas cuando hubo errores.
Es decir, amigo Publio, a mi humilde entender el propósito del partido es construir una solida organización democrática, para sostener la democracia representativa, participativa, incluyente, equitativa, respetuosa de los derechos humanos, laborales, sociales y económicos.
Sin extremarme como un diletante más sobre cuestiones políticas conceptuales, del que no soy absolutamente ducho, el PRD del futuro debe tener como objetivo deshacerse de las anclas limosas del oportunismo, el arribismo, de los falsos liderazgos o clientelismos electoreros.
Un proyecto de país, ya fue pensado en la dimensión de nuestro Programa de un Gobierno PRD. Blindado con una Declaración de Principios vigentes. Las tareas para ese país al que aún no arribamos, está consignado allí. Pero las circunstancias cambian, las coyunturas se presentan por los factores sociales y económicos que afectan su desarrollo posterior. Debemos en consecuencia, enriquecer con propuestas abiertas, los temas y agendas que atañen a todos los sectores de la sociedad panameña.
Sortear esos obstáculos es la tarea de nosotros, todos los PRDs. El propósito siempre ha estado plasmado, y lo conocemos como lo estratégico, lo que vamos a ver con las luces largas siempre; pero como bien lo ilustró Omar, los obstáculos intermedios se observan mejor con las luces cortas.
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